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martes, 17 de febrero de 2015

Envidia sana...

Hoy estaba hablando con un amigo de sus padres, de la cantidad de años que llevan juntos, de la edad que tienen y claro, me ha salido del corazón decirle que que suerte tenía de tenerlos aún a ambos dando guerra. Tengo que decir que mi padre murió hace 3 años con 77 y que mi madre, ahora con 78 está en una Residencia especial porque necesita unos cuidados que en casa no le podíamos dar. 
A mis padres, se les murió el primer hijo con 2 años de cancer, cuando ellos tenían 21 y 23. Y toda mi vida les he visto recordarle, llorarle y añorarle. Y cuando yo fui madre, me di cuenta de lo que sentían realmente porque yo me volvería loca si  a mi hijo le pasara algo. 
Ningún padre debería vivir la muerte de un hijo...he pensado muy a menudo...
Cuando mi padre cayó enfermo y fui viendo poco a poco su declive, se me partía el alma ver como día a día su cerebro le pasaba la factura de esos dos siniestros infartos cerebrales. Y entonces añadí otro pensamiento a aquel...Ningún hijo debería ver el deterioro de sus padres...Es muy duro.
Y cuando murió y pasaron los dos locos días de la incineración, el entierro, el funeral, etc...que por cierto, me pareció una aunténtica tortura emocional, y te vas dando cuenta que la vida sigue, pero que sigue sin alguien en quien tú te has apoyado durante 45 años, te planteas algunas preguntas como si será cierto que hay un cielo y un infierno...o si ya se ha acabado todo...o que pasará después...
Y ninguna de las respuestas te satisface, porque tú lo que quieres, lo que necesitas es dar marcha atrás en el tiempo y volver a tener a ese ser querido contigo. Pero claro, eso, no puede ser.
Y entonces me dió por fijarme en gente conocida que había pasado por lo mismo, y pensaba, si ellos ahora siguen con sus vidas y son felices, es que llega un momento en que este dolor se hace más llevadero y no te rompe por dentro. Así que yo también podré, sólo tengo que esperar a que pase el tiempo y llegue ese día. Tengo que decir que después de 3 años y 3 meses, ese día aún no ha llegado, pero que yo sigo esperándolo...
Y me acordé de que hacía unos años, un día iba yo con mi madre por la calle y se quiso parar a dar el pésame a una vecina que acababa de enviudar. A mí estas cosas no me gustan nada, pero le acompañé. Y esta mujer, al preguntarle mi madre, que tal estaba, le dijo que muy tranquila, porque su marido le hablaba cada noche y le decía que estaba muy bien, que estaba tranquilo y en paz y que ella tenía que estar igual, esperando el momento en que pudieran volver a reunirse...
En aquel momento, yo no cabía en mí de asombro...pero cuando lo recordé en ese momento, no pude evitar sentir una envidia sana, porque aquella mujer había encontrado un consuelo a su pérdida y su pena y una esperanza a seguir adelante. Poder reunirse con su marido algún día...
Y sin embargo a mi me faltaba ese pellizco de esperanza al que aferrarme para encontrar esa pizca de consuelo...

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